El siguiente es un breve resumen de la investigación realizada por el argentino Néstor Palmetti, cuya valiosa información completa se encuentra en el texto “La sal saludable”, año 2007
¿Cuántas veces hemos escuchado la recomendación de no consumir sal –o consumir poca cantidad- frente a los problemas de salud relacionados con la hipertensión? ¿Con cuánta frecuencia escuchamos hablar “mal” de la sal? De hecho, normalmente se la incluye dentro de los “venenos blancos” que es necesario evitar si se quiere gozar de buena salud. Pues bien, el primer punto a aclarar, es de qué tipo de sal estamos hablando cuando decimos que la sal es dañina.
La sal de mesa que conocemos, que es la que se utiliza para cocinar en el 90% de los hogares, es ciertamente un vestigio, una tenue sombra del elemento original. Una (absurda) ley vigente en muchos países del mundo, entre ellos el nuestro, establece que, para que sea apta para el consumo humano, la sal debe pasar por estos procesos:
- Refinación
- Aditivación con flúor
- Aditivación con iodo
- Antiapelmazantes
Qué significa cada uno de estos requisitos que debe cumplir la sal para que podamos consumirla?
Veamos:
El proceso de refinación consiste en someter la sal a altísimas temperaturas, para luego descenderlas abruptamente. Con este procedimiento se da muerte a 86 de los 88 elementos que conforman la verdadera sal, quedando solamente el cloro y el sodio. ¿Y cuáles son las consecuencias para nuestra salud?
La sal, que resulta de la evaporación del agua del mar, está compuesta por 88 elementos componentes de la tabla periódica. Si bien el cloro y el sodio son los dos componentes principales, representando el 86% de la sal, sucede que el 14% restante es extraordinariamente importante para la fisiología humana. Es decir, en la sal de mar sin refinar, la verdadera sal, encontramos los elementos que necesita nuestro organismo, en las dosis exactas y adecuadas, tal y como nuestra Madre naturaleza nos la entrega. Una vez que pasa por el proceso de refinación, el organismo humano NO reconoce la sustancia, y la rechaza por su reactividad.
Pero no todo termina allí. Luego de esta refinación, a la sal se le agregan –por ley- yodo y flúor. Ambos son tóxicos y reactivos en la forma antinatural en que se adicionan industrialmente. El argumento es que el yodo es útil para problemas de la tiroides y el flúor para la salud dental. El detalle que se escapa, es que el cuerpo humano no puede metabolizar la suplementación artificial de yoduros o yodatos y fluoruros. Citando textualmente a Néstor Palmetti: Muchos científicos están advirtiendo que estos compuestos son los principales responsables de la formación de nitratos en el estómago; y se sabe que los nitratos son las sustancias cancerígenas más agresivas, y responsables de tumores selectivos en muchos órganos. También son responsables de reacciones alérgicas y otros problemas de salud. Recientes estudios demuestran que la adición de yoduros a la sal de mesa puede causar hipertiroidismo, tiroiditis autoinmune y disminución de fertilidad. Por su parte el flúor, aún en concentraciones bajas, está relacionado con problemas neurológicos y endocrinos, afectando el sistema nervioso y provocando déficit de atención (DDA) en niños y adultos.
Como si todo esto fuera poco, se le adicionan otros preservantes –legalmente autorizados, por supuesto- dextrosa (un tipo de azúcar para evitar la oxidación del yodo), hidróxido de aluminio (para evitar el apelmazamiento), al respecto está suficientemente comprobada la relación entre el aluminio y el Alzheimer, y el papel que este metal juega en las disfunciones neuronales, bloqueando los procesos del pensamiento.
Para profundizar en este tema, tan importante como ignorado, que nos atañe a todos, pueden leer la investigación completa de Néstor Palmetti, que se encuentra en PDF en esta misma sección.
Lo que sí debemos tener muy claro, es que nuestra ignorancia es la que sustenta el negocio de los que manejan nuestra alimentación y nuestra salud.